Los
desastres naturales tienen diferente origen: por la naturaleza misma
y en parte por la contaminación causada por el propio ser humano.
Diversos factores pueden ocasionar el descontrol de la tierra, no
solamente es la contaminación y no es el movimiento interno de la
tierra lo que origina a todos los desastres naturales que
presenciamos en ésta época.
El
caos en las ciudades es el claro reflejo de la magnitud de un sismo,
de un huracán, o de un tsunami. Nunca como aquel día del terremoto
en México en septiembre de 1985, se ha emanado un olor a muerte o se
ha visto toneladas de escombros como paisaje de una ciudad devastada
por la fuerza de un terremoto que cobró miles de vidas humanas.
Los
desastres naturales ocurren cuando las sociedades o las comunidades
se ven sometidas a acontecimientos potencialmente peligrosos, como
niveles extremos de precipitaciones, temperatura, vientos o
movimientos tectónicos, y cuando las personas son incapaces de
amortiguar la conmoción o recuperarse después del impacto.
Comúnmente se habla de desastres naturales, sin embargo la
vulnerabilidad y el riesgo frente a estas situaciones dependen de las
actividades humanas, reducir la cantidad y la gravedad de los
desastres naturales significa enfrentar los problemas de desarrollo y
de vulnerabilidad humana. La acumulación del riesgo de desastre y la
distribución desigual de las repercusiones posteriores ponen en tela
de juicio las decisiones que los países con mayores o menores
riesgos han adoptado en materia de desarrollo. Los desastres
naturales destruyen los adelantos logrados por el desarrollo, pero
los propios procesos de desarrollo aumentan el riesgo de desastre.
Para que se reduzcan las pérdidas materiales en el caso de
edificios, es necesario que sean sostenibles a largo plazo, no es
suficiente con hacer construcciones, sino que éstas deberán ser
resistentes a las posibles amenazas naturales y quienes las utilicen
deberán estar preparados para actuar en caso de desastre.
Las
estimaciones numéricas en cuanto a datos de pérdidas humanas y de
recursos económicos y naturales se basan en evaluaciones de la
cantidad de personas que sufren daños en sus medios de vida, en la
vivienda, o la interrupción de los servicios básicos. Pero estos
son datos difíciles de reunir en el período posterior al desastre,
especialmente si no existe una referencia exacta anterior. Más
difícil aún es estimar las repercusiones a largo plazo, como las
consecuencias de la muerte o incapacidad del miembro de la familia
que aporta más dinero al grupo familiar, las consecuencias de la
emigración o reasentamiento, o la cantidad de personas que sufrirán
repercusiones en materia de salud y educación.
Es
necesario que las personas conozcan lo que ocurre en diferentes
partes del mundo, que sean cocientes de lo que ocasiona un desastre
natural y lo que lo provoca, ya que esto repercute en la población
de manera material y económica, en cuestiones naturales, es decir,
recursos, y sobre todo, en términos de vidas humanas.
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